martes, agosto 28, 2007

Hay cosas que uno debería callar. Cosas que merecen no ser dichas. Está en la naturaleza intrínseca del secreto, la soledad. Ocultar es un modo de ser libre.
Pero aún cuando la mirada de cualquier perro confirma nuestra existencia como materialidad y movimiento, no parece suficiente. Decir es consumar.
Por ejemplo aquella madrugada hace tres años en Bariloche, al pasar por la puerta de tu casa, atravesé la tranquera, rodeé la casa, busqué a tientas en la oscuridad de la noche la pila de cajones de manzana junto a la cual nos sentamos muchas veces en silencio a mirar el pasto y fumar y pronto se convertirían en leña para tu cocina económica.
Seleccioné los cajones que me parecieron más firmes y los fui llevando de a varios, intentado no hacer mucho ruido, aunque borracha la noción del propio movimiento y sus repercusiones se distorsiona. Pronto estuvieron a mi lado tus perros atraídos por el ruido que, al reconocerme, no ladraron si no que siguieron mi peripecia con la cola baja y un poco alegres.
Con los cajones hice una prolija pila contra una pared y comencé a treparla. No parecía tan difícil, pero las tablitas se quebraron y uno de mis pies las fue atravesando a medida que se rompían. Sacar el pie de allí fue doloroso, tenía astillas incrustadas en las piernas y un alambre oxidado me había hecho un corte vertical todo a lo largo de la pantorrilla derecha.
Me vi sangrando cercada por el círculo de luz que proyectaba el farol de alumbrado público. Vi una pila de latas vacías de salsa de tomate de 5 litros debajo del alambrado, las apilé junto con los cajones y volví a trepar.
Comenzaba a aclarar el día cuando yo lograba apoyar mis manos en el marco de tu ventana y un auto pasaba por la calle enfocándome de pleno como los reflectores que se usan en las cárceles. Confié en que no fuera ni mi madre, ni la tuya, ni algún vecino de esos que nos vieron crecer. Confié en que la ventana no estuviera cerrada, tan solo entornada como de costumbre.
La pila de cajones y latas se derrumbó en el momento en que despegué mis pies de ella, logré afirmar la rodilla en el marco de la ventana y ésta se abrió de golpe.
Inmóvil con la mitad de mi cuerpo dentro y la otra mitad de mi cuerpo afuera. Atorada, sin saber qué músculo del cuerpo mover. Finalmente di con el músculo correcto y caí bruscamente de cara al piso de tu cuarto y te vi durmiendo en el colchón en el piso.
Me acerqué para mirarte mejor. Me alejé, no me fui. Había planeado meterme en tu cama y ahora estaba ahí en cuclillas pegada a la ventana, muerta de miedo, escuchándote roncar, sintiendo que eras perfecto. No veía tu cara, solo escuchaba el movimiento de tus pies, el roce de las sábanas, un millón de pájaros chillando y de roedores caminando dentro de las paredes y el estruendo de las hojas que caían sobre el techo y el viento, la bruma amarilla desprendiéndose del pasto, algunos motores y mi cuerpo quieto aturdido entre todas las cosas puestas a funcionar.
No ibas a despertar, ni siquiera si me acostaba a tu lado. Horas atrás al despedirnos estabas borracho, muy borracho y yo también pero con la lucidez del amor, esperando que me invitaras a dormir con vos.
Me di cuenta de la ridícula pila de cajones y latas desparramadas y rotas bajo tu ventana. Pensé en el ruido que haría al salir, en que iba a lastimarme al saltar, en que ya estaba herida. Salté.
Al mediodía desperté y al pisar fuera de mi cama el pie dolió mucho. Estuve renga varios días. Qué te pasó preguntaste. Nada, me esguince contesté .Siempre fui torpe y siempre tuve vértigo a las alturas y no soy hábil.
Nunca te conté, ni nadie sabe que, una madrugada, cuando aún creía que al decir: Es más probable que nos casemos, a que hoy podamos estar juntos. Estabas diciendo efectivamente que algún día nos íbamos a casar. Nunca te dije que una madrugada borracha luego de armar una escalera de cajones de manzana y latas de tomate me trepé a tu ventana, ni que una vez adentro me senté a mirarte dormir y escucharte roncar, ni que fue el momento más feliz de aquel verano.

miércoles, agosto 15, 2007

PARA LOS QUE NO PUDIERON AYER, PARA LOS QUE SE QUEDARON CON GANAS DE MÁS, MAÑANA SEGUNDA OPORTINIDAD, ACOMPAÑADA DE MI AMIGA MARIANA QUE ES UNA GENIA ¡NO SE LO PIERDAN!




martes, agosto 07, 2007


Editorial Huesos de Jibia
presenta
Movimientos incorpóreos, Nurit Kasztelan
¿Con quién dormías?, Guadalupe Muro
Un rastrojero bajo el sol, Gustavo Gottfried
Soliloquios, Beatriz Vignoli
Del coyote al correcaminos, Osvaldo Bossi

miércoles, agosto 01, 2007

paciencia che

este es el silencio que precede
la tormenta